jueves, 16 de julio de 2009

Botox

La actriz británica Rachel Weisz, que ganó en 2006 el Oscar a la mejor actriz de reparto por la estupenda película El jardinero fiel, opina en las páginas de Harper's Bazaar, que el botox debería ser una sustancia tan prohibida para los actores como los esteroides para los deportistas.

Este popular tratamiento antiarrugas consiste en inyectar en distintas zonas del rostro una cantidad reducida de toxina botulínica A, que está producida por la bacteria Clostridium botulinum. Pertenece a la familia de las neurotoxinas, es decir, a las que afectan al sistema nervioso. En este caso, provoca botulismo, cuyo principal síntoma es la parálisis muscular, que puede desembocar en muerte por asfixia. Para evitar accidentes, muchos fabricantes de conservas advierten en la tapa que si esta se encuentra abultada o si no suena un "pop" al abrirla evitemos ingerir su contenido.

Los especialistas en cirugía estética y los laboratorios que comercializan el botox aseguran que no implica riesgos para la salud, ya que la cantidad inyectada, que induce una parálisis temporal en ciertos músculos con el fin de reducir las arrugas faciales, es mínima y solo tiene un efecto local. Pero las personas que se aplican este tratamiento deben someterse una y otra vez a él si quieren disimular el paso del tiempo. ¿Han evaluado las consecuencias de la acumulación de esta toxina a lo largo de los años? ¿Se ha comprobado si pasa el torrente sanguíneo y se va acumulando en algún órgano vital? Sospecho que no.

Yo no soy tan drástica como Rachel Weisz, una atractiva mujer de 38 años. Respeto la decisión de quien quiere asumir ese riesgo. Creo que todos tenemos derecho a disponer de nuestra vida y de nuestro cuerpo como nos venga en gana. Es nuestra única propiedad relativamente inalienable. El principal instrumento de trabajo de los actores y las actrices es su cuerpo y me parece lógico que intenten mantenerlo en las mejores condiciones durante el mayor tiempo posible. Lo que dudo es que un rostro con la mitad de los músculos paralizados resulte el mejor vehículo para transmitir emociones.

Desde luego, como espectadora, me llegan más los surcos de Clint Eastwood que la boquita de piñón del bello Brad Pitt -del que no tengo noticias de que sea aficionado al botox pero me resulta inexpresivo en cualquier caso- o los ojos rodeados de arrugas de la sesentona Susan Sarandon que la máscara de cera en la que se ha convertido Nicole Kidman.

No me gustaría estar en la piel de Kidman. Y no lo digo solo por haber estado casada -y, según sus propias confesiones, eclipsada- con el egomaniaco y fanático Tom Cruise -por otro lado, todo un profesional del show business.

Si me pongo en el lugar de la actriz australiana, que nació el mismo año que yo, siento angustia. Quizá asociada al temor a quedarme sin trabajo, quizá al de perder para siempre mi deslumbrante belleza... ¿Es que acaso carezco de cualidades menos efímeras? Hace tan solo unos años los críticos de todo el mundo alabaron mi trabajo en Eyes Wide Shut -tan real y doloroso- y en Los otros. ¡Incluso gané un Oscar dando vida a la narizotas Virgina Woolf en Las horas!

Difícil papeleta la de Nicole en una época en la que en los países más ricos se da la contradicción de que la esperanza de vida es cada vez más elevada -según la OMS, Japón encabeza el ranking con una media de 83 años- y la población envejece más rápidamente al tiempo que ser joven es un valor en alza. En efecto, cuando uno es joven tiene sin duda más energía y en muchos casos más ilusiones que cuando tu cerebro presenta las cicatrices de numerosas decepciones. Pero aún no ha dado tiempo a conocer a las personas, a leer los libros, a ver las películas, a visitar los lugares y, sobre todo, a tener las experiencias que te harán más sabio... si la calidad de tus neuronas te lo permite, por supuesto, porque siempre hay casos perdidos que, más que evolucionar, involucionan.

No es casual que el botox esté más extendido entre las mujeres que entre los hombres. Que los galanes de las películas suelan ser diez años mayores que las protagonistas femeninas es algo que, a fuerza de contemplarlo, no merece comentarios. Pero que Tim Robbins sea doce años más joven que su esposa, Susan Sarandon, sí. Según algunos autores, debemos buscar la causa en un atavismo muy masculino: prefieren a las hembras -han leído bien: he dicho hembras, un término zoológico, no sociológico- que les garanticen una prole sana y numerosa, lo que equivale a los ejemplares más jóvenes. Puro instinto de conservación de la especie. Aunque, por fortuna, cada vez hay más hombres que machos -por supuesto, tanto mi pareja como mis familiares y amigos pertenecen a la primera categoría-, nuestra cultura está aún condicionada por criterios puramente biológicos.

Al margen de estas diferencias de género, casi todo el mundo conoce a alguien que lleva lamentando desde los 30 años los estragos de los años en su cuerpo. Son personas cargadas de tanta energía negativa como la mayoría de las noticias que leo que guardan relación con el paso del tiempo: cuando no se refieren al alzheimer nos alertan sobre el deterioro de las articulaciones. ¡Por no hablar de los anuncios de cremas antiarrugas que nos animan a utilizarlas desde los 25 años!

Pero también tengo la suerte de toparme en ocasiones con auténticos generadores de energía positiva. Hace un par de años coincidí durante una tarde con un hombre que no era especialmente culto. Su mujer lo había abandonado hacía año y medio, cuando tenía 42 años. Poco después lo habían despedido del trabajo. En aquel momento le sobraban unos 15 kilos. Como me consta que le ha sucedido a mucha gente en un momento de crisis vital, en lugar de hundirse en la miseria cogió una mochila y se fue a hacer el Camino de Santiago. Pero, antes de arriesgarse a provocarse una tendinitis crónica con las caminatas, había decidido ponerse en forma yendo a la piscina y paseando casi a diario. Cuando lo conocí, era un hombre enjuto e ilusionado, pues había conocido a una mujer separada y tenían planes de futuro no solo como pareja, sino también como socios. Las últimas noticias que tuve de él fueron que se habían materializado.

Este hombre me dio una lección que no había captado hasta entonces, ni siquiera escuchando a los intelectuales más brillantes: nunca es tarde para mejorar nuestra vida. Solo es cuestión de sacudirse la pereza y de trabajarse.

Hace unos días el transmisor de sabiduría fue el joven científico Diego Redolar, que realiza investigaciones sobre el cerebro en el Laboratorio del Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Con motivo de la publicación de su libro El cerebro cambiante, el diario ABC publicó una entrevista en la que, entre otras cosas, Redolar asegura que gracias a los últimos avances de las neurociencias se ha comprobado que el cerebro sigue siendo moldeable hasta la muerte y que se puede seguir ejercitando incluso a edades muy avanzadas. Y pone como ejemplo al violinista Pau Casals, que, muy lúcido a sus cien años, respondía que seguía tocando a diario porque percibía que hacía progresos.

Dos personas tan distintas como valiosas que dan testimonio de que las arrugas, las canas, la barriguita, los michelines, las contracturas y los despistes no son indicios de que estás acabado. Nicole, vence tus miedos y permite que las arrugas devuelvan a las pantallas a una mujer hermosa y fuerte.

8 comentarios:

  1. Hola queridísma, que gusto da leerte. Coincido rotúndamente con toda tu reflexión. Me encanta ver como vamos creciendo en paralelo aunque haga ya tanto, tanto que no nos vemos.
    Besos miles.

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  2. ¡Hola, guapa! Muchas gracias. ¡Qué alegría leerte! ¿Qué tal tu peque? A ver si nos vemos pronto y le conozco. Un besazo.

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  3. Si Nicole Kidman ha dicho lo que ha dicho sobre su miedo, ole por ella, me parece muy valiente confesarlo a los cuatro vientos. Está sólo a un paso de aceptarse a sí misma y convertirse en una bruja de verdad, y no en una "embrujada" ¡y la tía no está nada mal! No deja de ser curioso que mencione "Las Horas", justo una gran película que trata el gran drama de las mujeres a lo largo de nuestra historia: amas de casa, escritoras, madres (de hijos y esposos)... Y con esa nota de amargura de ¿soy alguien sin un hombre? ¿Soy alguien por mí misma? Bueno, esto quizás no se entienda bien, pero es que tengo que abreviar, que no quiero cansaros. Pero ¿a que es curioso? Chicas, si no la habéis visto, por diol, hacedlo.

    El I Ching dice -más o menos-: mira qué parte de su persona cuida alguien y sabrás quién es.

    Por mi parte, creo que es fácil hablar cuando eres guapa, delgada, tienes ojos azules y el pelo rubio(no es mi caso, salvo por la delgadez), porque la presión social sobre la mujer es cada día más fuerte. Nuestro cuerpo es muy muy rentable. Pero es lo que hay y en algún momento habrá que mandar a la mier... (perdón, moderadora), a la porra a todos los que viven de nuestro body.

    Por último, la Kidman está perdiendo la magia y el encanto de tanto estirarse. A la mayoría les pasa eso. ¡Pobres de nosotras! Nuestra máxima aspiración es gustarles a ellos y darles envidia a ellas. ¡Puaj!

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  4. Bueno, en realidad Nicole Kidman no ha dicho nada de eso. Lo he dicho yo poniéndome en su lugar, imaginándome lo que diría si hablara con total confianza y se analizara a sí misma. Pero espero que la chica se deje de esos miedos.

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  5. No consigo publicar mi comentario a la primera, quizás ni a la segunda, quizás nunca lleguen a verse estas tres tontas líneas.

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  6. Prueba de nuevo. Como ves, tus tres líneas se pueden ver. Y ahora podrás ver todo lo que escribas de inmediato, porque he reconfigurado la parte de comentarios. ¡Y gracias por tu interés!

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  7. Gracias por algo tan sencillo como contundente:"nunca es tarde para cambiar nuestras vidas".Me ha encantado el articulo y las reflexiones.

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  8. ¡¡Muchas gracias, Bel!! Es que es cierto lo de que podemos cambiar nuestras vidas... si no nos gustan, claro. ;-) Un beso.

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