domingo, 28 de junio de 2009

Jacko

El viernes pasé por la plaza de toros de Las Ventas, donde ensayaba Raphael, que iba a dar un concierto esa misma noche. Cuando estaba junto a ella, las notas de una versión cañí de Can't take my eyes off of you que salían de su interior quedaron apagadas por una melodía que me retrotrajo a mi adolescencia más inocente. Un par de chavales que probablemente no habían nacido en 1982 rendían homenaje a Michael Jackson con el tema que da título al album que le catapultó ese año a la cima del Olimpo, Thriller, saliendo a todo volumen de unos enormes bafles que llevaban en el maletero del coche.

Frente a ellos, la explanada de Ventas, donde aún no habían empezado a hacer cola los fans del histriónico cantante, pero ya habían aparecido los puestos en los que podrían adquirir refrescos, agua o frutos secos... adornados por unas castizas banderas de España con el torito de Osborne.

"Cause this is thriller, thriller night. There ain't no second chance against the beast with forty eyes, girl...". Soplaba un viento suave que agitaba las banderas. El torito, uno de los símbolos más rancios de nuestro folclore, parecía estar a punto de lanzarse a practicar el moonwalk que popularizó Jackson.

La escena parecía el escenario de un sueño extraño, tan extraño como la sensación que había tenido esa mañana cuando, aún adormilada, puse la radio antes de meterme en la ducha y me enteré de la muerte de Jacko: una mezcla de compasión, curiosidad e incredulidad. Sus extravagancias y su megalomanía parecían tan eternas como las Torres Gemelas.

Cuando desaparece un símbolo de nuestro tiempo -y tanto el uno como las otras lo eran, para bien y para mal- tomamos plena conciencia de nuestra propia finitud. Y se nos abre una especie de agujero en la boca del estómago por el que asoma la incertidumbre sobre lo que nos espera al otro lado... o la certeza de que no nos espera nada.

Pero a este lado han quedado millones de personas que lloran la desaparición de un hombre infeliz que de pequeño no pudo jugar al basket con sus amigos del barrio porque siempre estaba trabajando con sus hermanos para alimentar la cuenta corriente de la Motown. Un hombre que con cincuenta años quería convertirse en un niño. Un hombre que tenía tantos miedos que salía a la calle con mascarilla. Un hombre que se quería tan poco que intentó cambiar el color de su piel y que se destrozó la cara a base de cirugía estética.

En mi estantería roja queda un vinilo que no escucho desde hace veinte años, aunque recuerdo la letra de casi todas sus canciones. Contiene algunas tan potentes como Beat it, que me sigue pareciendo un temazo aunque mis gustos musicales hayan variado a lo largo de este tiempo.

Y en mi memoria queda aquella tarde en la que mis amigas y yo flipamos viendo por primera vez el videoclip de Thriller, que dirigió John Landis -"Sí, tía, el de Un hombre lobo americano en Londres"- y que fue un hito en la historia de la música del siglo XX.

sábado, 27 de junio de 2009

Gracias, amor

El aspecto final del blog es obra de Ángel, al igual que la foto de cabecera y la mía. Gracias, amor.

Rubber Soul

Después de varios meses haciendo oídos sordos a las sugerencias de Ángel, mi coach principal (y otras muchas cosas importantes), inauguro mi blog.

¿A quién le puede apetecer sentarse delante del ordenador cuando llega a casa, después de pasar ocho horas escribiendo por obligación (y, en algunos casos, por devoción)? A mí. Lo admito: me atrae poderosamente la idea de reflejar mi visión del mundo en un soporte al que puede acceder cualquiera. Y he caído rendida a los pies de Internet debido a la enorme cantidad de posibilidades de comunicación que ofrece.

¿Cómo era capaz de trabajar cuando no existían ni la Red ni el correo electrónico? Después del Facebook y el Twitter (en el que me estoy iniciando), solo me quedaba tener un blog personal. ¿Qué será lo próximo en lo que me aventure?

Quizá he descubierto cuál es mi verdadera vocación. Me refiero a trabajar como tertuliana en un programa de radio y a que mi opinión influya en cientos de miles de personas. Bueno, no estaría nada mal ser lo suficientemente popular para ganar una buena pasta sentando cátedra a través de las ondas. Pero soy bastante más modesta. Me conformo con ser una buena periodista, con ganarme la vida con ello, con poner en orden mis ideas a través de este formato y con poder debatir con familiares, amigos, conocidos y -quizá- desconocidos cuestiones que me fascinan, que me interesan, que me preocupan o que me asquean.

Por otro lado, creo que tengo una trayectoria vital lo suficientemente larga -sí, es un eufemismo; me habéis pillado- e intensa para que mi opinión sobre determinadas cuestiones sea válida... pero también objeto de debate.

El nombre del blog no es solamente un obvio homenaje al mejor grupo musical del siglo XX, sino un deseo: que mi alma -si es que tengo; dejémoslo en mente, psique o espíritu- sea tan sólida y, a la vez, tan flexible como la goma.

Continuará...