sábado, 10 de octubre de 2009

Derechos de autor


Hace unos meses un periódico digital preguntó a sus seguidores en Facebook si estarían dispuestos a manifestarse en defensa de los derechos laborales. "No, pero si es en contra del canon digital yo seré la primera", soltó orgullosa una cibernauta. Parece que a cierto tipo de personas les preocupa más que le cobren unos céntimos de euro por cada CD que compran que el hecho de que se pretenda solucionar la crisis que crearon los especuladores con un nuevo retroceso en nuestros derechos como trabajadores o que se haya extendido la idea de que la crisis está provocada porque los curritos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Me llama la atención que mucha gente esté dispuesta a salir a la calle a defender su supuesto derecho a ver películas gratis pero no unas condiciones de trabajo mínimamente dignas. De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda poner a parir a los creadores y a sus representantes. Si hay algo en lo que estén de acuerdo la derecha más rancia -esa que llama titiriteros a los actores, como si fuera un insulto- y un cierto tipo de progresía es en desprestigiar a las sociedades de gestión de los derechos de autor.

No seré yo quien defienda a la voracidad recaudatoria que muestra la SGAE en ocasiones. Creo que los autores tienen todo el derecho a recibir un dinero por su trabajo, pero no debería cobrarse ni un duro a un instituto por que sus alumnos representen una obra de teatro ni a un peluquero por hacer más agradable la estancia a sus clientes poniendo música. Es más, aunque no los conozco personalmente, Ramoncín y Teddy Bautista no me caen nada bien. Igual luego, en la distancia corta, ganan mucho, pero sus declaraciones suenan demasiadas veces muy prepotentes y bordes.

Sin embargo, creo que es necesario que alguien garantice que los creadores cobran por el trabajo que hacen. A lo mejor el canon digital no es la mejor fórmula ni las declaraciones que estos dos señores han hecho alguna vez han sido las más acertadas, pero creo que deberíamos valorar un poco más el trabajo intelectual.

Quiero pensar que la mayoría de la gente no se ha parado a reflexionar, quizá porque la información que recibe es interesadamente parcial, que los escritores, los músicos y los cineastas son tan trabajadores como el currito que coge el metro cada día a las siete y media de la mañana para ir a la oficina (muchos de ellos, la mayoría, compaginan su trabajo artístico con empleos más convencionales) y, por tanto, merecen recibir una compensación decente por lo que producen.

Hace tiempo me llegó una cadena de e-mails en la que ponían a parir a Alejandro Sanz y criticaban que quisiera ganar dinero con su trabajo cuando ya tiene bastante con su casa de Miami. A mí no me gusta especialmente su música ni siento una especial simpatía (ni antipatía) por él, pero es evidente que el chico hace disfrutar con sus canciones -que no aparecen escritas en sus partituras cada mañana por obra de unos enanitos mágicos que asaltan su salón por la noche- a millones de personas y, sobre todo, hace ganar mucho dinero a su discográfica.

También recibí hace unos años otra cadena en la que se auguraba un apocalíptico futuro sin bibliotecas públicas porque la malvada SGAE estaba detrás de un complot para que los escritores recibieran una cantidad por copia privada. Bueno, pues la iniciativa salió adelante y no han desaparecido las bibliotecas de la faz de la Tierra. Por otro lado, los derechos de autor de los libros no los gestiona la SGAE, sino otra entidad llamada CEDRO. A ver si nos informamos.

Lo que quizá sí debería cuestionarse es hasta qué punto es conveniente que sean entidades privadas las que prácticamente monopolicen la gestión de los derechos de autor a cambio de unos elevadísimos porcentajes que sirven en buena medida para financiar una estructura desmesuradamente grande o inversiones más o menos acertadas. ¿No sería más sencillo que, al igual que existe una oficina pública de patentes, existiera otra que gestionara los derechos de autor de cualquier creador?

La inmensa mayoría de los músicos no son Alejandro Sanz y la inmensa mayoría de los escritores no son Antonio Gala. La tirada del 90% de los libros no supera en España los mil o unos pocos miles de ejempares. Lo que perciben los autores está vinculado a las ventas de sus obras: cobran un porcentaje que suele ser, con suerte, entre un 7% y un 10%. Escribir un libro lleva meses, muchos, o incluso años. Hagamos cálculos. Si quieres hacerte rico, no te conviertas escritor.

En cualquier caso, yo prefiero gastarme 20 euros en un libro de Henning Mankell o en un disco de Leonard Cohen sabiendo que una parte (pequeña, pese a ser superventas y autores de prestigio) va a su bolsillo que pagar 90 euros por unas zapatillas Adidas que en realidad valen 10 para que Cristiano Ronaldo viva como un jeque árabe.

Porque Adidas patrocina al equipo que ha fichado al muchachito portugués, el Real Madrid, e hincha los precios de sus productos -que, por otro lado, suele fabricar en países empobrecidos subcontratando empresas que explotan a sus trabajadores, pero este asunto da para otro articulo-, entre otras cosas, para cubrir los gastos que le supone hacerse publicidad asociando su marca a este equipo. En fin, que cada vez que compras una camiseta Adidas te están cobrando un "canon balompédico"" para que Ronaldo se pegue la vida padre aunque no te guste el fútbol. Aún no he visto a nadie protestar por ello. Y este es solo un ejemplo sobre los muchísimos "cánones" que pagamos a diario.

Y seré una sosainas, pero desde luego prefiero que mi dinero vaya a parar a una persona que me induce a reflexionar, a abrir mi mente, a ampliar mis conocimientos o a emocionarme a través de la imagen, la palabra o la música que otra que se dedica a dar patadas a un baloncito... con todos mis respetos por los futboleros.