jueves, 9 de diciembre de 2010

Enemigo público













Las portadas de los diarios siguen estando protagonizadas, una semana después del bloqueo del espacio aéreo español, por quienes han pasado de ser una casta privilegiada a convertirse en el enemigo público número uno. El fiscal general del Estado ha anunciado hoy que va a pedir hasta ocho años de cárcel para los controladores aéreos que abandonaron al inicio del puente de la Constitución su puesto de trabajo en protesta por las medidas aprobadas por el Gobierno sobre sus condiciones laborales. Me parece un poco exagerado.

Tampoco tengo muy claro que estuviera justificado decretar estado de alarma para obligarles a volver a las torres de control. El daño ya estaba hecho: las compañías aéreas y las empresas de hostelería cifran en unos 500 millones de euros las pérdidas que han sufrido porque sus clientes no pudieron llegar a sus destinos. Quizá sea solamente un prejuicio sin fundamento, pero que un Gobierno recurra al Ejército y decrete estados de alarma para hacer frente a un conflicto laboral no me suena nada bien.

Sin embargo, no he abandonado un grupo de Facebook que se llama algo así como "Los controladores, a la puta calle". A la calle o a apechugar con las sanciones que prevea el Estatuto de los Trabajadores para quienes abandonan su puesto de trabajo sin justificación o con las posibles indemnizaciones que puedan reclamárseles, si es que se puede.

Los controladores han vivido como reyes cobrando unos sueldazos durante años y se han comportado como auténticos déspotas insolidarios a la hora de negociar sus condiciones de trabajo. Todos los gobiernos cedían a sus pretensiones ante el temor de que reaccionaran como lo hicieron la semana pasada. ¿Qué ha cambiado ahora para que Pepiño Blanco se enfrente a los controladores?

Detecto varias razones. La primera es que desde 2004 la Unión Europea está aprobando una serie de normas para implantar un cielo único europeo con el propósito, entre otros, de -cito textualmente la introducción a una norma europea de ese año- "reducir la fragmentación del control aéreo", alegando que "la disparidad de las normas y la organización, así como el enfoque nacional de la gestión del tráfico aéreo generan incoherencias y deficiencias que repercuten en el funcionamiento del mercado interior del transporte aéreo". Probablemente, cuando empiece a funcionar el cielo único europeo los controladores españoles no serán tan imprescindibles como hasta ahora, porque podrán ser sustituidos por compañeros de otros países.

Por otra parte, el famoso decreto aprobado por el Consejo de Ministros que parece ser que provocó la reacción de este colectivo prevé la creación de la empresa Aena Aeropuertos S.A., que -vuelvo a citar textualmente- "asumirá el conjunto de funciones y obligaciones que actualmente ejerce la entidad pública empresarial AENA en materia de gestión y explotación de los servicios aeroportuarios". ¿Y quién va a querer comprar una empresa en la que unos trabajadores resultan tan caros?

No defiendo en absoluto que el Estado venda empresas que son rentables y que hemos pagado todos durante años pasen a manos privadas. Pero, francamente, dudo mucho que, como he leído en algunos artículos, el conflicto con los controladores haya sido provocado por el Gobierno para desviar la atención sobre la privatización de Aena o para justificarla.

Si fuera la primera empresa o el primer servicio público que se privatiza... Pero hemos asistido impasibles a la venta de otras grandes empresas estatales, como lo fue en su día Telefónica, e incluso a la privatización -o, por decirlo de forma más fina y engañosa, el paso a la gestión privada- de hospitales y centros de salud y yo no he visto ninguna barricada ni ha caído ningún Gobierno por ello. Si a la gente no le importa que sus tratamientos médicos dependan de lo rentable que sea como paciente, no le va a quitar el sueño que los aeropuertos pasen a ser gestionados por una empresa privada, en vez de por una empresa pública, como sucede ahora.

También he leído que los controladores alegan que el decreto les obliga a recuperar las horas de baja médica, entre otros tremendos atropellos a su dignidad como trabajadores. Pues bien, me he ido al BOE a ver qué pone exactamente. Éste es el párrafo de la discordia: "La actividad aeronáutica anual no excederá de 1.670 horas, sin perjuicio de la posibilidad de ser incrementada con horas extraordinarias hasta un máximo de 80 horas anuales. En el cómputo de este límite anual de actividad aeronáutica no se tendrán en cuenta otras actividades laborales de carácter no aeronáutico, tales como imaginarias y periodos de formación no computables como actividad aeronáutica, permisos sindicales, licencias y ausencias por incapacidad laboral. Estas actividades, al no afectar a los límites de seguridad aeronáutica, se tomarán en consideración exclusivamente a afectos laborales".

Según lo entiendo yo, no es que se niegue a los controladores el derecho a estar de baja, sino que los días que lo estén no se descontarán del número de horas de actividad que pueden desarrollar como máximo antes de empezar a cobrar horas extras. Además, rebaja considerablemente el número de horas extras que pueden hacer al año, cuando éstas constituyen un porcentaje muy elevado de sus abultados salarios. Como sospechaba, al final todo se reduce a una cuestión de pasta. Ni seguridad aérea, ni derechos laborales ni nada de nada. Dinero puro y duro.

Que los dioses me libren de oponerme a que los trabajadores reivindiquen mejores salarios y condiciones de trabajo. Pero nunca me han gustado ni el corporativismo, mucho menos llevado al extremo, ni el recurso permanente al chantaje ni la insolidaridad. ¿O es que alguien ha visto alguna vez a un representante de los controladores aéreos solidarizarse con alguna causa ajena a sus propios intereses?

Por último -y, como decía antes, poniendo en duda que detrás de los sucesos de la última semana haya una especie de conspiración de ZP y sus secuaces para engañarnos a todos-, creo que al Gobierno le han hecho involuntariamente un gran favor los controladores, porque el conflicto le viene como anillo al dedo para intentar recuperar apoyo, en un momento en el que los resultados de las encuestas no pueden ser peores, enfrentándose a un grupo que se ha ganado a pulso la antipatía de una ciudadanía cansada de ser siempre la que paga el pato.

domingo, 4 de julio de 2010

Adolescentes

Llegan de viaje saltando, cantando, riendo... Bajan del autobus y se despiden como si no fueran a volver a verse en mucho tiempo, aunque probablemente mañana mismo quedarán en la boca de metro donde coinciden todos los sábados.

Besos, abrazos y risas otra vez. Antes de marcharse se hacen la última foto de grupo. Tienen 17 años y son felices, aunque algunos han tenido ya experiencias dolorosas.

Todo es posible. Su vida adulta acaba de comenzar y aún tienen abiertas todas las puertas.

Se rebelan, reclaman su autonomía, experimentan, aciertan, se equivocan, se quieren, se odian... Viven todo con una intensidad que nunca volverán a sentir.

A veces cometen imprudencias y corren riesgos. No son conscientes del peligro, se sienten inmortales. Por fortuna, para la mayoría simplemente todo esto forma parte de su proceso de aprendizaje.

Mientras, desde la otra orilla, seres oscuros y sin ilusiones arremeten contra "los jóvenes" como si la edad fuera una categoría moral. Y me pregunto si nacieron viejos o si la esperanza yace muerta en algún rincón de su memoria y simplemente los envidian.

No añoro mi adolescencia. Viví momentos muy dichosos, pero ahora también lo hago, quizá con un tipo de felicidad más sosegada. Tampoco reniego de ella. Lo que soy es consecuencia de todos mis errores y de todos mis aciertos, también de los de aquella época.

No me arrepiento de haber hecho cosas que ahora me parecen estúpidas. No me arrepiento de haber creído que todo era posible. No me arrepiento de haberme equivocado.

No me arrepiento de haber estado segura de que la gente a la que conocí en aquellas vacaciones iban a ser mis amigos para siempre aunque haga 20 años que no tengo noticias suyas ni me importe no tenerlas.

No me arrepiento de haber bebido, fumado, reído y bailado junto a personas que ya no forman parte de mi vida porque hemos evolucionado por caminos divergentes y no tenemos nada en común.

No me arrepiento de haber disfrutado y de haber sufrido junto a otras a las que, a pesar de la distancia o de que estamos ocupadísimos y nos vemos de tarde en tarde, me sigo sintiendo unida.

Espero vivir muchos años. Y, si llego a ser centenaria, estoy segura de que seguiré observando con simpatía a mis tatarasobrinos nietos. Seguiré apoyando sus planes, aunque me parezcan poco realistas, y que se hagan un corte de pelo extravagante para reafirmarse.

Y seguiré sintiendo que el corazón se me ensancha cuando me contagien su alegría, como me sucede ahora con mi sobrino adolescente, una de las personas más inteligentes, equilibradas, sensibles y empáticas que conozco. Tiene 17 años, pero ya le da cien mil vueltas a mis respetables y amargados vecinos de mediana edad. Y también a la mujer que soy ahora y a la adolescente que fui (en la imagen que encabeza este post). Seguro que cuando sea un cuarentón no se dedicará a poner a parir a los jóvenes.

miércoles, 30 de junio de 2010

Descargas


En mi anterior post defendía los derechos de autor, pero -sí, lo confieso- eso no significa que nunca me haya descargado una película (ni una serie de televisión) de Internet. Es más, lo hago a menudo. La experiencia de ir al cine y de compartir con amigos tus impresiones tras salir de la sala mientras te tomas una cerveza o un té es estupenda, pero también lo es pasar una tarde lluviosa de invierno tumbada en el sofá, con la mantita, disfrutando de una buena peli en la mejor compañía (o sola, que el cine acompaña mucho).

Fenómenos como el de la serie "Perdidos" demuestran -como comenta acertadamente Víctor Domínguez de Antonio en Suite 101 (http://series.suite101.net/article.cfm/el-alcance-de-la-serie-perdidos-en-espana)- que ha nacido una nueva forma de ver televisión... y también cine. Otro caso parecido, en cuanto a distribución, es la muy diferente pero excepcional "The Wire" (en la imagen), que solamente ha tenido un millón de espectadores televisivos en EE.UU., porque se emitió por cable, pero constituye toda una referencia y cuenta con decenas de millones de seguidores por otras vías en todo el mundo.

Mientras, las productoras se tiran de los pelos y no hacen más que quejarse de que el pirateo en Internet las va a llevar a la ruina... Será porque se empeñan en perpetuar un sistema caduco. Es verdad que abogo por abolir la irreflexiva idea de que los creadores tienen que trabajar gratis para nosotros. Y no creo que haya que poner fin a la exhibición de películas en las salas, pero sí ofrecer una alternativa de forma simultánea: poderlas ver también en casa por un precio razonable.

Ya hay alguna web que ofrece esta posibilidad, como Filmin, muy recomendable para los cinéfilos, que ofrece títulos de excelente calidad con unos meses de retraso respecto a su estreno por unos tres euros. Además, Filmin apuesta por los autores menos comerciales pero no por ello con películas o cortos de menor calidad.

Creo que habría que extender esta iniciativa al cine de palomitas, que, al fin y al cabo, es el que consume la mayoría de la gente. Y estrenar a la vez en salas y en la Red. Eso y exigir a las empresas de telecomunicaciones españolas mejores conexiones a Internet, porque en general son vergonzosamente malas y caras.

Estamos en una etapa de transición en el mundo de la comunicación y de la transmisión de la cultura y da la sensación de que los grandes actores de los sectores implicados dan bandazos de un lado a otro sin saber por dónde van a ir los tiros o se enrocan en el victimismo y el cabreo. Pues a mí me parece que la clave va a estar en el desarrollo de contenidos on line y que quienes se reinventen serán los que salgan indemnes de esta profunda crisis de modelo.